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DON VICENTE OJEDA MORALES
(Foto del año de 1882. Es el bisabuelo paterno-materno de PapáToño. El original de esta fotografía lo tiene mi tío abuelo Fernando Ojeda Ibarra)
Don Vicente nació en Villa García en 1839. Murió en Zacatecas en 1897. Muy joven fue chinaco y "mozo de estribos" de Don León Genaro García de la Cadena dueño de las Haciendas de Trancoso y Agostadero (Villa García),cargo de suma confianza, que nuestra gente consideró como una verdadera distinción.
Decían que ese "destino" ya no era de cuidar los caballos, que para eso estaban los mozos de cuadra, sino que era de su obligación ensillar el bridón que iba a montar ese día el amo, o el que traía de su gusto por un tiempo. Había que limpiar la montura con linaza, verificar las condiciones del cincho, el freno, la cabezada y la jáquima. Se debía tener descolgada y desempolvada la calzonera,el sombrero y el cotón que conformaban la rica indumentaria del señorón aquel; había que bruñirle sus espuelas y demás fornituras del recaudo. Se usaba una especie de ritual en el que había que "calzar de caballero" al amo, poniéndole las espuelas y abotonarle la calzonera o las chivarras; usanza en la cual, el mozo debía permanecer hincado de una rodilla y destocado.
El buen mozo de estribos debía sostener el freno y la cabezada del caballo, mientras el amo se enhorquetaba, parado desde un banco: allí y solo allí era, justamente, el palafrenero.Andando en el monte, como no había banco que usar, y el amo se bajaba del caballo y despúes de haber satisfecho alguna necesidad, el mozo le daba su propia rodilla al pié del señor, para que alcanzara el estribo del lado de montar, y subiera al caballo.
Ya sentado, y siempre por los costados, el mozo se destocaba para acomodale las indumentarias y le "pachoneba" el caballo para tranquilizarlo. El mozo de estribos iba siempre al lado del criador (a la izquierda de la cabalgadura del fúcar), por si él deseaba echar un lazo, usar la carabina o el trabuco, para lo cual debía cargar y recargar las armas de retaque. También el señor podía usar "el cíntaro toledano", para disciplinar a los insolentados.
El criado no dejaba que se le arrimaran los perros bravos o la gente de a pie. Lo proveía de agua, licor, bocadillos o ropa; le prendía el cigarro con golpe de islabón o le daba candela si prefería fumar en cachimba, y se adelantaba en el camino para mirar previsoriamente los acontecimientos de la llegada del dueño y ejecutaba cualquier instrucción que se le daba.
Contaban que en una ocasión que salieron a montear y revisar sus propiedades, siembras, ordeñas y engordas, vieron un jinete misterioso que ante su proximidad, pegó la carrera al monte, desde una tupida nopalera. Siendo su propiedad e intrigado por aquella insolencia de que no haya saludado ni hecho pleitesía al amo, le ordenó al chinaco Vicente Ojeda..
...... atájalo, ¡que no se juiga!
Y el mozo espoleó su cuaco y salió catapultado tras de aquel desconocido. Contaban que Vicente hizo lo que ningún caballero debía hacer, salvo en cumplimiento de una orden como aquella, pues aproximándose al caballlo del fugitivo, se lo coleó, derribando caballo y jinete. Rodaron resquebrajándose las costillas contra el fuste, y al punto ya estaba el amo allí, inquiriendo al peláo aquel, que quedó tirado, descalabrado por la tremenda malacachoncha y teníatoda la boca reventada, llena de tierra y sangre.
¿Que haces aquí? ¿quien eres?, le inquirió el terrateniente
-Disculpe l´amo, pero me metí a la majada a comer unas tunas, voy de paso a Zacatecas.....
Don Vicente se independizó a luego y se hizo carretero, porteador de mercancías entre Pinos y Zacatecas. Llegó a tener más de veinte “guayines” trabajando a la vez y más de cuarenta troncos de tiro (cada "tronco de tiro", como decían ellos, estaba compuesto por seis bestias mulares). Hizo un capital nada despreciable. Tuvo varias casas y un mesón para arrieros en Villa García. En el año de 1873 se casó con Librada Candelas Palomino, cuya familia compraba y vendía lana, fabricaba, cobijas y zarapes.
Decía Don Ezequiel Reyes Ojeda, que a su abuelo, siendo porteador reconocido, el Ayuntamiento de Zacatecas le encomendó la compra y el traslado del yeso que se utilizó en los estucados del Teatro Calderón. Lo extrajo de los yacimientos que hay en las cercanías de la Sierra del Astillero.
Se cuenta que un año antes de morir, se le incendiaron, con el fuego de la noche, dos guayines cargados con mercancías valiosas en un paraje cercano a la Hacienda de San Pedro Piedra Gorda. Él contaba “Las charras del Tío Rositas”, cuentecillos de un arriero zacatecano, fantasioso y picaresco.
Algo de todo aquello se quedó entre nuestra gente, porque ya sin ser sirvientes, postrarse para ponerle a alguien las espuelas significaba para ellos un acto de homenaje y verdadera humildad, respeto y cariño, como cuando la madre o un hijo le calzaba las espuelas al señor de la casa. Una vez cuando fueron a lazar a calvillo, vimos cuando mi agüelito Ezequiel, ya bien viejito calzó de caballero a mi papá, en presencia de mi tío Liano, que había venido de Estados Unidos, y todos hacián pucheros y se les hicieron charco los ojos